22 MADAMA DE SÉVIGNÉ
altura y una belleza extraordinaria”. Y más allá: “Han cogido sesenta lugareños y mañana comienzan a ahorcar- los. Lo que ocurre en esta provincia será un buen ejem- plo para las demás, y les enseñará a respetar a los gober- nadores y a los gobernantes, a no colmarlos de injurias y a no tirar piedras a sus jardines”. Y por último: “Me hablas con mucha gracia de nuestras miserias; ya ni si- quiera somos atropellados, y un caso sólo se da en ocho días para entretener la justicia; la cuelga (horca) me parece ur: saneamiento”. El duque de Chaulnes, que pro- vocó todas estas venganzas porque tiraron piedras a su iardín, y al que colmaron de injurias de las que la más dulce y la más familiar era gran cochino, no desmereció ni un ápice en la amistad de Madama de Sévigné, siguió siendo para ella y para Madara de Grignán nuestro buen duque, y cuando fué nombrado embajador en Roma y marchó a su puesto, quedó la Bretaña sumida en la tris- teza. Realmente hay materia para grandes reflexiones sobre las costumbres y la civilización del gran siglo; pero nuestros lectores nos ahorrarán este trabajo. Sentimos solamente que en esta ocasión, el corazón de Madama de Sévigné no se haya elevado por “éncima de los prejui- cios de su época. Digna era de ello, pues su bondad igualaba a su belleza y a su gracia. A menudo recomien- da hombres condenados a las galeras a M. de Vivonne o a M. de Grignán. El más interesante de sus protegidos es seguramente un gentilhombre de la Provenza cuyo nombre no se conoce: “El pobre muchacho —dice—.es- taba muy apegado a M. de Fouquet; estaba convencido de que cumplía un deber haciendo llegar a Madama de Fouquet una carta de su marido; por ello ha sido con- denado a diez años de galeras, y eso es terrible. Usted sabe que es uno de los más honrados muchachos que pue- de haber, y tan adecuado para las galeras como para coger la luna con los dientes”,
El estilo de Madama de Sévigné ha sido tantas veces
