194 MADAMA ROLAND
Roland, sientan por ella en su corazón un culto de afecto, encontrarán aquí mil razones más para su simpatía y en- tresacarán numerosos detalles encantadores.
La señorita Philipón entró a la edad de once años en el convento de Dames de la Congregation, en la calle Nueva de San Esteban para hacer su primera comunión. Allí conoció a dos señoritas de Amiens, dos hermanas de poca más edad que ella: Enriqueta y Sofía Cannet, con las que se unió en estrecha amistad. Al salir del convento, y de vuelta a casa de su padre, en el muelle de Lunettes, sostu- vo una correspondencia frecuente con Sofía, que también había regresado a Amiens. Esta correspondencia, que ha sido guardada preciosamente por la familia Cannet, es la que M. Augusto Breuil, abogado, ha 6btenido de las manos de sus dignos herederos, con el permiso para publicarla hoy.
Comprende y ocupa, casi sin interrupción, el intervalo de enero 1772 a enero 1780. Cuando comienza, la mucha- cha no tiene más que diez y ocho años, y llega a los vein- tiséis cuando escribe la última carta. Sin duda hubo otras más, pero no fueron conservadas. La carta final anuncia el matrimonio de M. Roland, cuyo conocimiento con la señorita Philipón fué debido a las dos amigas de Amiens, Esto cortó la correspondencia. Estas cartas acaban, como una novela, con el matrimonio, y al observarlas bien, se ve que realmente son una novela, la novela de la primera juventud y de la amistad entre dos muchachitas que hacen su entrada en la vida.
Sofía es más fría, más tranquila, tiene dicha, y Manon Philipón es lo que se puede augurar, lo que ella misma en sus Memorias nos ha pintado con tan vivos colores. Pero su desenvolvimiento se muestra en cada carta ingenuo, continuo; se puede seguir con el ojo del alma y de la razón que se apresuran a tomar color y forma.
Las cartas de Madama Roland a sus jóvenes amigas me demuestran cuán cierto es que si existe en nosotros Un ser moral perfecto, existe al principio de la vida; a los