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de Bruto? Las dos dejan notar en sus escritos una burla, un verbo igualmente despreciativo para los perseguidores de baja estofa que las rodean; las dos son dueñas, cuando hace falta, de la ironía, esa arma fácil de las mujeres superiores. A medida que pasaron los años, según creo, la una escribiendo y rechazando por estoicismo la realidad, y la otra desembarazándose de sus velos según maduraba, la diferencia entre ambas habría sido menor ?.

Un elogio aplicable a muy raras existencias gloriosas, pero muy debido a Madama Roland, es que cuanto más se ahonda en su vida, en sus cartas, más el conjunto parece sencillo, siempre el mismo lenguaje, los mismos pensa- mientos sin reservas; ni una sola complicación, ni un solo repliegue, ni siquiera deseos o tendencias diversas. La última y misteriosa pasión, cuyo objeto se ignora, y que sólo dos trazos delatan, es majestuosa en su silencio. En cuanto al resto, verdad, evidencia limpidez perfecta, ni una mancha, ni un velo, podéis mirar en cualquier mo- mento su casa de vidrio transparente que pedía el Roma- no. La luz de la inocencia y de la razón alumbraba dentro purificándolo todo. ¡Cuánta es su firmeza al mirar la reali- dad y al porvenir! Cerca de la muerte, exclama sin ficción alguna en un himno de despedida. “¡Adiós mi hijo, mi esposo, mi criada, mis amigos; adiós sol, cuyos rayos bri- llantes serenaban mi alma y la elevaban hasta los cielos; adiós campos solitarios cuyo espectáculo me ha emocio- nado muchas veces, y a vosotros rústicos habitantes de

1 Muchas veces han comparado con Madama Roland a Mistress Hutchinson, mujer muy enérgica, y autora de Memorias que si bien no son muy divertidas, son de una lectura sana, Mistress Hutchinson di- serta demasiado sobre las discusiones de su marido, gobernador de Not- tingham con los comités locales, y en cambio no describe bastante su conducta en el Parlamento en el asunto del rey, pero su obra desde el principio al fin está impregnada, mejor dicho, petrificada de honradez, Hs conmovedor ver cómo Mistress Hutchinson atribuye a su noble es- poso todas sus proplas virtudes. "Lo que ella era no fué sino lo que él era cuando vivía, y lo que es ahora, no es sino una imagen que pierde su brillo". Mas Mistress Hutchinson y Madama Roland difieren tanto como las dos Revoluciones que las produjeron. La una es vecina de Rousseau y la otra de Milton,