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RETRATOS DE MUJERES 187

cerca de ella, no fué sino una figura de orden y de calma a sus ojos. El tinte filosófico y razonador que tiene, que afecta un poco, y que la hace más bien antipática e injusta para con los bellos ingenios y literatos en boga, tan queridos de la señorita Nécker, es lo contrario del entusiasmo; no se le escapa ninguna de sus ridiculeces, encuentra la cara de Alambert raquítica, las arengas del abate Delille pesa- das y toscas; Ducis y Thomas le parecen elogiarse el uno al otro como los dos asnos de la fábula y solamente veía un mediano escritor en el hombre de quien Madama de Staél ha dicho: “Garat, entonces ministro de justicia, y, en tiempos más dichosos para él, uno de los mejores escri- tores de Francia”. No se vaya a creer a Madama Roland un completo filósofo estoico, un ciudadano rígido como su marido, en una palabra, otra cosa que una mujer. Aparece así bajo su filosofía y su prudencia por la necesidad de la acción. ¡Con qué satisfacción hace su autorretrato en su mesita, en aquel gabinete que Marat llamaba un boudoir, escribiendo la famosa carta al Papa! Más de una vez, durante el segundo ministerio de Roland, fué llamada in- opinadamente ante el tribunal de la Convención, en donde contestaba con modestia, pero con desenvoltura, concreta y netamente. Bajo su aspecto modesto, se observaba el gozo que le causaba el intervenir en los negocios >úblicos. ¡Después de sus seis meses en París, en 1791, a su vuelta a Villefranche, bien lejos de prever el ministerio para su marido, y en vísperas de retirarse a la vida privada, en la obscuridad que la ahogaba de la vida provinciana; carta a Bancal el 11 de septiembre; cómo sufría! Se sentía nacida para un papel más activo, influyente, múltiple, para este escenario en el que se encuentra a cada paso el ali- mento de la inteligencia y la emoción de la gloria. Como Madama de Staél, lejos de París, desterrada de la vida agrandada y superior en que había debutado, clamaba, pero muy bajito, por el arroyo de su calle de la Harpe. Ciertamente que si alguna profética visión, si algún espejo