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186 MADAMA ROLAND

Madama Roland ha nombrado una vez a Madama de Staél en una carta que se ha encontrado entre los papeles de Brissot, pero que no está dirigida a él, pues la fecha de 22 noviembre de 1789 no permite concebir entre ellos la familiaridad con que está escrita: “Se inventan aquí (Lyón) —dice Madama Roland— cuentos sobre Madama de Staal (sic), de quien dicen se muestra muy asidua a la Asamblea y que envía a los caballeros desde la tribuna cartitas animándoles a defender las mociones patrióticas. Añaden que el embajador de España, en casa de su padre, le hizo graves reproches. No podéis figuraros la impor- tancia que nuestros aristócratas conceden a estas tonte- rías, acaso nacidas en su cerebro; pero es que quieren presentar a la Asamblea cono conducida por algunos atur- didos excitados, y a su vez, guiados por una docena de mujeres”. En revancha, Madama de Staél no nombra, en ninguna parte (que yo me acuerde) a Madama Roland. ¿Era esto instinto de venganza filial por su padre desco- nocido y maltratado? ¿Era esto debilidad de mujer frente a una rival? Madama Roland, en lo que dice sobre los girondinos en un capítulo de las Consideraciones, brilla por su ausencia. Sea como quiera, no podemos sustraer- nos a comparar estas dos mujeres ilustres; Madama Ro- land, once años más vieja, debió a su educación burguesa el escapar a los falsos brillos y a las ficciones vanidosas de la sociedad. El recogimiento en el salón próximo al taller desu padre, valía más como asilo de la niñez, como cuna de estudio o de graves reflexiones, que la butaca en el salón de Madama Nécker, en el círculo de los bellos ingenios, y que los propios bosques novelescos de Saint- Ouen. La señorita Philipón se hizo, pues, un carácter más viril y más sencillo; tuvo desde muy temprano la costum- bre de suprimir su sensibilidad y su imaginación, de detenerse en los principios razonadores y de regular su conducta. No se la ve exaltada por un M. de Guibert, y Monsieur de Boismorel que desempeñó un análogo papel