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RETRATOS DE MUJERES 21

mos entrar en sus chanzas, y el que, después de haber buscado todas las razones atenuantes, no se puede lle- gar a perdonar, es cuando cuenta a su hija con tanta risa la rebelión de los labriegos bretones y las severidades em- pleadas para suprimirla. En tanto que se limita a reírse de los Estados, de los gentileshombres labriegos y de sus galas que aturdían, y de todas las demás locuras del porvenir de Bretaña después de comer, está bien; es una buena y legítima broma, y en ciertos pasajes, recuerda los pinceles de Moliére; pero cuando llega a las tran- chées de Bretaña, y al cólico de piedra, que quiere de- cir que el gobernador M. de Chaulnes, queriendo dispersar el pueblo con su presencia fué rechazado hasta su casa a' pedradas, cuando llega al momento en que Monsieur Forbin se presenta con sus seis mil hombres contra los amotinados, y que aquellos pobres diablos, en cuanto perciben las tropas reales se desbandan por los campos y se ponen de rodillas entonando el Mea culpa (que es el solo vocablo que conocen del francés), cuando para castigar a Rennes trasladan su Parlamento a Vannes, que se cogen a la ventura veinticinco o treinta hombres para ahorcarlos, que se saquea toda una grande calle echan- do de sus casas mujeres enfermas, viejos y niños, prohi- biendo que fuesen recogidos bajo pena de muerte, cuan- do se martiriza y se obliga, y que obligados y martiriza- dos se les ahorca, en medio de estos horror>s hechos contra inocentes o singularmente contra extraviados, se sufre viendo cómo Madama de Sévigné se divierte como de costumbre. Se querría que mostrase una indignación ardiente, fuerte y generosa, y sobre todo, se querría bo- rrar de sus cartas líneas como estas: “Los amotinados de Rennes han huído, y así los buenos sufrirán los cas- tigos que merecieron los malos; pero yo encuentro esto en su lugar, en tanto que los cuatro mil soldados que están en Rennes a las órdenes de M. de Forbin y de Vins no me impidan mis paseos por el bosque, que tiene una