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178 MADAMA ROLAND

nisterio en marzo de 1792. La correspondencia con Ban- cal, que también vino a París, es muy escasa. Al salir de este primer ministerio, Roland y su mujer habitaron unas veces en una casita de campo en Champigny-sur-Marne, y otras en un piso de la casa núm. 81 de la calle de la Harpe*. Durante los meses que precedieron al 10 de agos- to, la actividad política de nuestra heroína no tuvo tre- gua; pero la experiencia había dado su fruto, y ya no fomentaba los movimientos como antes y más bien les ponia freno. En sus relaciones con los hombres influyen- tes, pronto los hubo comprendido con las sutilezas de una mujer, y después clasificado con la entereza de carácter de un hombre. En las proximidades de la crisis inminente del 10 de agosto, no pedía, como al día siguiente de Va- rennes, medidas bruscas y absolutistas; deseaba que las secciones unidas pidiesen; no quería el fallo, pronunciado difícilmente sin romper el acta constitucional, pero sí la suspensión provisional, que aunque con dificultad, según escribía diez días antes a Brissot, era posible fundarla en uno de los artículos de la Constitución. Una carta de Lou- vet a Brissot, de siete días antes del 1? de agosto en el mismo sentido, denota los mismos temores entre la poca fortaleza de una parte y la exageración de la otra. Mada- ma Roland, como Louvet, se quejaba del silencio de la Asamblea y de la actitud de incertidumbre de su amigo en circunstancias tan amenazadoras. El juicio que mere- cen a Madama Roland los hombres políticos de la segunda época revolucionaria, los que ella conoció y experimentó, es tan neto y definitivo como confuso y equivocado fué el que emitió sobre los hombres del 89; y es que, a partir de 1301, vió desde cerca los acontecimientos y poseyó gran número de datos para juzgarlos. Sus memorias contienen brillantes y verídicos retratos de sus amigos, un poco a lo Plutarco, y es realmente curioso que los dibuje en el mo-

1 Hoy ocupado (1835) por M. Pitois. (Todo esto ha desaparecido con el nuevo París. N. del T.).