170 MADAMA ROLAND
Alix y cerca de la aldea de Thézée. M. Roland, inspector de las manufacturas, se dedicaba a los estudios industria- les y económicos que su mujer compartía, variándolos por efecto de las lecturas filosóficas y de los poetas. La Revolución, y el movimiento expansivo que se comunicó a todas las almas patrióticas, les puso en correspondencia con varias personas activas de París, particularmente con Brissot, al que M. Roland tenía en mucha estima por sus trabajos sobre los Negros y sus cartas al marqués de Chastelluy y que había fundado por aquel entonces Le Patriote, y también con Bancal, que había dejado el no- tariado para dedicarse de lleno a la política, y que Lan- thénas. amigo íntimo de Rolend, había encontrado en un viaje. Las cartas a Brissot, inéditas en su mayor parte, están en las manos de M. de Montrol, a quien nunca invi- taríamos bastante para que las publicase, y a cuya buena amistad debemos el haberlas leído. El principio de esta correspondencia con Brissot se parece mucho al de la correspondencia con Bancal: “Si mi excelente amigo, es- cribe Madama Roland a Brissot, en los primeros meses de 1790, tuviese algunos años menos, América nos habría recibido ya en su seno; lloramos menos a esta tierra pro- metida desde que esperamos de ella una patria. La Revo- lución, por muy imperfecta que sea, ha cambiado la faz de Francia, ha fomentado el desarrollo de un carácter que antes no teníamos, y deja a la verdad un camino abierto del que sus adoradores pueden aprovecharse.” Las rápidas conquistas del 89, estaban, pues, como se ve, muy lejos de satisfacerle; su desconfianza y su aversión con- tra las personas que dirigían en esta primera época no tardaron en aparecer. Así, a propósito de la sesión real del 4 de febrero de 1f$B0, cuando el juramento cívico y el discurso de Luis XIV, que causó tan general entusias- mo, ella escribía a Brissot el 11 del mismo mes: “Las opiniones están aquí muy divididas... Se atribuye su discurso a M. Nécker, y aunque al principio hay giros mi-