MADAMA ROLAND 1
La Revolución francesa ha cambiado más de una vez de aspecto por los que se dicen sus hijos. A medida que nos alejamos, las disidencias, en la manera de juzgarla, aumentan entre las generaciones que antes unánimemente reconocían. Los unos, los más ardientes, los más avanzados, según ellos mismos aseguran, la sistematizan en sus apre- ciaciones. Quieren coordinar hombres y cosas en orgullosas fórmulas que pretenden ser filosóficas y sociales, pero que, según nosotros, torturan los hechos, y les imponen por la fuerza un sentido sofístico, independientemen'e de las pasiones miserables que, con frecuencia, dominan. Bajo la máscara de doctrinas generales que ellos adoptaron, ultra- jando a los detalles verdaderos y a las sencillas nociones de la evidencia, fabrican este antifaz para figurar que, ante todo, son odiosas y para monstruosidades individuales. Los otros, los que no adoptan esta fórmula y que, en la vía democrática abierta en 1789, habían concebido espe- ranzas más moderadas, más realizables, parece que al ver
1 Este trozo ha servido de introducción a las Cartas inéditas de Madama Roland, publicadas por la casa Renduel en 1835.
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