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RETRATOS DE MUJERES 157

3 do una brusca decisión de la policía evitó que saliese a [ la luz. Ya conocemos la carta del duque Rovigo, y esta ” vergonzosa historia. Siendo Alemania cada vez más cono- » cida, y habiendo adelantado mucho desde aquella época, puede parecernos hoy el libro de Madama de Staél menos completo en su parte histórica, y por eso la opinión se muestra más descontentadiza y más dada a reparar sus faltas. Mas, aparte de la iniciativa, de la que nadie en- tonces había sido capaz, y que Villiers solo, si hubiese tenido tanto talento para escribir como para conversar, habría compartido con ella, no creo que se pueda buscar en otra parte mejor que en este libro la explosión repen- tina del genio alemán, la descripción de esta época brillan- te y poética que se puede llamar el siglo de Goethe. La poesía alemana parece que nació y murió con este coloso y su vida fué la de un patriarca, y al desaparecer el genio todo fué descomposición y decadencia. Al abordar a Ale- mania insistió mucho sobre la parte filosófica, acerca de las doctrinas opuestas a las de los idealistas franceses, dis- tanciándose entonces de la filosofía que adoptó al prin- cipio. En esta obra podemos observar en Madama de Staél un creciente cuidado porque sus escritos no fuesen tacha- dos de inmorales. “Un trabajo no es suficientemente mo- ral sino cuando sirve al perfeccionamiento del alma.” En la admirable disertación que por obra de un religioso soli- tario pone en boca de Juan Jacobo, dice que “el g2nio no debe servir más que para expresar la bondad suprema del alma.” Se muestra muy decidida a combatir la idea del suicidio. “Cuando se es muy joven, la degradación no ha comenzado aún, y entonces la tumba no parece más que una imagen poética, un sueño, un grupo de figuras arrodi- lladas que nos lloran, y no es sino en plena vida cuando se sabe por qué la religión, esta ciencia” del alma, ha mez- clado el horror de la muerte al atentado contra la propia existencia.” Madama de Staél en el período del dolor en que se hallaba entonces, no abjuraba del entusiasmo y