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tado como una reina, como un heda; y su varilla mágica era tal vez esa varita de árbol que un criado debía colocar todos los días sobre la mesa, al lado de su cubierto, y que ella agitaba durante la conversación”. A falta de ramaje del muérdago sagrado, era el abanico o el cuchillo de marfil o de plata o simplemente un pequeño estandarte de papel que agitaba su mano, mano inquieta de soberana. En cuanto al retrato de Madama de Staél, se ve que cuan- tos lo han descrito están de acuerdo respecto a las líneas principales, desde M. de Guibert hasta (Elenschlaeger y Werner. Dos fieles y verdaderos retratos a pincel nos dis- pensarían desde luego de todos esos bocetos literarios; el retrato pintado por Madama Lebrún (1807) que nos pre- senta a Madama de Staél en Corina, la cabeza descubierta, la cabellera rizada, una lir:. en la mano; y el retrato con turbante, por Gérard, compuesto después de muerta, pero siguiendo de un perfecto recuerdo. Reuniendo algunos bosquejos de diversas plumas contemporáneas, creemos no haber hecho nada inútil; nunca fatigan esas numero- sas concordancias cuando se refieren a personas queridas, admiradas y desaparecidas.

La poesía inglesa, que durante la guerra del continen- te, no había podido asistir a este congreso del pensamiento domiciliado en Coppet, apareció en 1816, representada por Lewis y Byron. Este último, en sus Memorias, ha hablado de Madama de Staél de un modo afectuoso y admirativo, a pesar de algunas ligerezas en tono de Oráculo. Convie- ne, estragado como está, en que ella ha hecho de Coppet el lugar más agradable de la tierra por la sociedad que en él recibe y que anima con su talento !.

2 Un rasgo especial de la amplia hospitalidad de Coppet era un fon- do de orden en medio de tanta variedad y diversión; no se sentía toda la comodidad de la riqueza, ni ninguna de esas profuslones que minan «demasiado frecuentemente y degradan de cerca brillantes existencias. Aquí una mano dadivosa hacía la escena fácil y abría amplia participa- ción al drama y a la novela por una prudente economía de medios, En una palabra, gózase. sin ver los resortes, del hábil manejo de una gran fortuna. La hlja de M. Nécker, en medio de tantos contrastes como aso- ciaba, había todavía asimilado esto de su padre,