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148 MADAMA DE STAÉL

papeles. El interés que ponían en esos envíos era vivo, y cuando avisaban que había graves correcciones, se expe- día a toda prisa un correo, y en ciertas ocasiones un segundo para alcanzar a modificar la corrección ya en marcha. La poesía europea asistía en Coppet en la per- sona de muchos representantes célebres. Zacharías Wer- ner, uno de los originales de esta corte, y de quien se representaba Atila y otros dramas, con gran refuerzo de señoras alemanas, escribía por ese tiempo (1809) al con- sejero Schneffer (atenuamos dos o tres rasgos, en los que la imaginación del místico poeta, a pesar suyo sensual y voluptuosa, se ha extendido demasiado): “Madama de Stael es una reina, y todos los hombres de inteligencia que viven en su círculo no nueden salir de él porque ella les retiene con una especie de magia. Todos esos hombres no están, como creen locamente en Alemania, ocupados en fórmula; por lo contrario ellos reciben de ella la edu- cación social. Posee de una manera admirable el secreto de ligar los elementos más heterogéneos, y todos los que la rodean, a pesar de estar divididos por opiniones dife- rentes, están de acuerdo para adorar a este ídolo. Mada- ma de Staél es de estatura mediana, y su cuerpo, sin tener una elegancia de ninfa, posee la nobleza de proporciones... Es bonita, morenita, y su rostro no es literalmente muy bello; pero se olvida todo cuando se ven sus soberbios ojos, en los cuales una gran alma divina no chispea, sino que echa fuego y llamas. Y si ella deja hablar completa- mente su corazón, como ocurre con frecuencia, se ve cómo vierte todavía todo lo que tiene de grande y de profundo en su ingenio, y entonces es preciso adorarla como sus amigos A. W. Schlegel y Benjamín Constant, etc.” No es inútil figurarse al autor galante de esta pintura, Werner, de extraña apostura, atiborrado de tabaco, provisto de una enorme tabaquera, en donde buceaba con abundancia, du- rante sus largas digresiones eróticas y platónicas sobre la andrógena; su destino era correr sin cesar, decía, tras de