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138 MADAMA DE STAEL

todas las virtudes y de todas las ternuras, en el desacuerdo social de los destinos. Esta idea de la dicha en el matri- monio ha perseguido a Madama de Staél, como las situa- ciones novelescas agitan y persiguen a los corazones que se ven privados de ellas. En la Influencia de las Pasiones, habla con ternura en el capítulo del Amor de los viejos esposos todavía enamorados que había encontrado en In- glaterra. En el libro La Literatura, cita con gran compla- cencia ¡los bellos versos con que termina el canto de Thomson sobre la primavera, y que celebran esta perfecta unión, para ella demasiado ideal y demasiado lejana! En un capitulo De la Alemania, diserta en tono de moralidad, más intenso cuanto más nos acercamos a la página de las circunstancias secretas que le inspiran. En Delfina el cua- dro dichoso de la familia Belmont no representa otra cosa que el Edén doméstico, siempre envidiado por ella, presa de los huracanes de la vida. M. Nécker, en su Curso de Moral religiosa, gusta también hablar de esta dicha garan- tizada por la santidad de los lazos. Madama de Staél, vol- viendo frecuentemente sobre este sueño, no tenía que ir muy lejos para encontrar imágenes de él; su alma, al salir de su cuerpo, tenía muy cerca en qué posarse; a falta de su propia dicha se acordaba de la de su madre y proyec- taba y veía la de su hija!

Pero, después de todo, y no obstante toda justificación, Delfina, preciso es reconocerlo, es una lectura que turba y que no aconsejaríamos a la inocencia perfecta; aunque también es un alerta salutífera del sentimiento, para las almas que los cuidados de la vida y el desencantamiento árido tienden a invadir. ¡Dichosa turbación que nos tienta a renacer las emociones del amor y la facultad de abne- gación de los pocos años!

Como agradecimiento por la buena conducta de la Dé- cada y por la ayuda que había encontrado en todos los

1 Madama la duquesa de Broglie, tan prematuramente arrebatada A la dicha de la familia, fué venerada siempre por cuantos la conocieron.