RETRATOS DE MUJERES 137
dad”. Después de numerosas citas de elogios, y llegando al punto de las locuciones forzadas y expresiones neoló- gicas, Giuguené hace observar atinadamente: “No son, propiamente hablando, faltas de la lengua; pero sí vicios del lenguaje, los que a una mujer de tanto ingenio y de tanto talento no le costaría ningún trabajo, si quisiera, evitar”. Lo que Giuguené no decía, y que hubiera sido preciso oponer a las banales acusaciones de impiedad y de inmoral que gritaban muy alto los críticos groseros y pedantes, es la alta elocuencia de las ideas religiosas que se encuentran en numerosos párrafos de Delfina, como emulación de las teorías católicas de El Genio del Cristia- nismo; así, la carta de Delfina a Leoncio (XIV, parte 3), en la que le invita a las creencias de la religión natural y a la esperanza de inmortalidad; y así también, cuando Monsieur de Lebensei (XVII, parte 4), escribiendo a Delfi- na combate las ideas cristianas de perfeccionamiento por el dolor, invoca la ley de la naturaleza que debe guiar al hombre y que es el yugo más dulce; pero Delfina no se declara convencida, no cree que el sistema bienhechor que le presentan responda a todas las combinaciones reales del destino, y que la dicha y la virtud sigan un mismo sendero sobre la tierra. Ciertamente que no es el catoli- cismo de Teresa de Ervins el que triunfa en Delfina; la dirección es deísta protestante, de un protestantismo que no difiere apenas del Vicario saboyano; mas entie los fa- riseos que entonces gritaban contra la impiedad, me es difícil hallar algunos para quienes estas creencias filosó- ficas y naturales no hubiesen obtenido sobre su verdade- ra fe una ventaja moral y religiosa inmensa. Respecto a la acusación contra Delfina de que atentaba al matrimo- nio, me parece que, por el contrario, la idea que anima todo el libro es la del deseo de dicha en el matrimonio, un profundo presentimiento de la imposibilidad de ser dichosos de otra manera, una confesión de los obstáculos contra los que con frecuencia nos estrellamos, a pesar de
