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14 MAaDAMA DE SÉVIGNÉ

un obstáculo para seguir el movimiento literario, religioso o político, era más bien este género de vida el más propio para observarle; bastaba a veces una ojeada sin moverse cada cual de su sitio, y luego el resto del tiempo vagar a su gusto y al de sus amigos. La conversación, desde luego, no era todavía como lo fué en el siglo xvIn en los salones abiertos bajo la presidencia de Fontenelle, una ocupación, un negocio, una pretensión; no se atendía indispensable- mente al giro; la estantería geométrica, filosófica y senti- mental no estaba aún en vigor; pero se charlaba de si, de los otros, de poco y de nada. Eran, como detía Madama de Sévigné, conversaciones indefinidas: “Después de comer —escribía a su hija—, fuimos a charlar a uno de los bos- ques más agradables del mundo, y hasta las seis sostuvimos Charlas tan buenas, de tanta ternura, tan amables, tan ha- lagadoras para ti y para mí, que estuve encantada *”. En medio de este movimiento úe la sociedad, tan fácil y tan sencillo, tan caprichoso y tan graciosamente animado, una visita, una carta recibida, ambas insignificantes en el fon- do, eran un'acontecimiento al que se entregaban cón pla- cer, y del que se apresuraban a tomar parte los demás. Las cosas más pequeñas adquirían valor por su forma y su presentación; era el solo arte que sin darse cuenta y con negligencia entraba hasta en la vida. Recordemos la visita de Madama de Chaulnes a los. Rochers. Mucho se' ha dicho acerca de si Madama de Sévigné cuidaba mucho sus cartas y que al escribirlas pensaba si no en la poste- ridad, cuando menos en la sociedad de entonces, cuyo aplauso buscaba. Escribió muchas al correr de la pluma, diciendo cuanto más podía; y cuando no tenía mucho tiem- po, ni siquiera las leía antes de enviarlas. “Verdaderamen- te —dice—, entre amigos se debe dejar un poco correr li-

1 La señorita de Montpensier, de la misma edad de Sévigné, pero que cra menos flexible que ella, escribía a Madama de Motteville sobre un ideal de vida retirada con héroes y heroínas de diferentes formas: “También nos son precisos todos los asuntos y toda clase de personas para la conversación, que a gusto de usted y al mío es el mayor placer del mundo y el solo de mí agrado".