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RETRATOS DE MUJERES 109

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, algunos de ellos era bastante grande. A partir del 18 brumario, un interés más vivo se produjo; la oposición de Benjamín Constant al Tribunal fué un último lazo de unión. Cuando el libro de La Literatura, en 1800, y Del- fina, en 1803, aparecieron, fué sólo entre esta clase de ami- gos políticos, como veremos luego, donde encontró celo- sos defensores contra el desencadenamiento y virulencia del partido contrario. Después de esto, démonos prisa en decirlo, no queremos de ninguna manera hacer a Madama de Staél más circunscrita en materia de pensamiento, más circunspecta en materia de relaciones *, más exclusiva de lo que realmente ha sido. Fué precisamente lo contrario de exclusiva. Al mismo tiempo que un joven y varonil varón se declaraba por esta causa republicana, su espíri- tu, sus gustos, simpatizaban en mil puntos de contacto con sus opiniones y sentimientos de otro origen de una naturaleza más frívola o más delicada, pero profunda- mente distinta; es para ella punto de honor y un poco de vanagloria haber logrado de este modo aliar a enemigos mutuos. Si Garat, Cabanis, Chenier, Giuguené, Daunou se reunían a comer en su casa con Benjamín Constant, una vez por semana, o más bien, por década (se decía to- davía así), los otros nueve días estaban destinados a otros amigos, a otras costumbres de sociedad, a matices del sen- timiento que no invadían jamás los tonos más severos. Todo esto, y así lo creo, tenía para ella cierto ordin, cierta jerarquía; quizá M. de Montmorency, o cualquier otro de la misma altura no se hubieran encontrado ni por ca-

1 Un poeta y moralista inglés que alternativamente amable o auste- ro se ha mostrado alguna vez severo para Francia hasta la injusticia, “William Cowper, no siempre se ha equivocado cuando definió en cierto escrito a los franceses (en ocasión de la guerra de América): “Este pueblo tiene el humor inquieto e ingerente (meddling), que se mezcla en todo — olvidando otras muchas más. Madama de Staél no podía por menos de hacer lo que los demás de esa nación. Así ocurría frecuente- mente sorprender a ingleses, holandeses, hombres distinguidos de razas reservadas y prudentes, con sus ansias de expansión y de progreso, cuando la encontraban en sociedad por vez primera”. (Véase la página 88 del libro titulado Notas y recuerdos biográficos del comde de Van Der Duyn, etc., recogidas y publicadas por el barón de Grovestins, 1852.)