106 MADAMA DE STAÉL
tono! El patricio desdeñoso, el ortodoxo paradojal y duro se place mostrando a sus contemporáneos y a sus víctimas, sus nietos, que bailarán sobre sus tumbas; este cerebro poderoso juzga fríamente los desastres y con ofensiva rigi- dez; Madama de Staél, a través de vaporosas ilusiones, penetra a menudo en las cosas tan avanzadamente como Monsieur de Maistre, pero como un genio emocionado y co- partícipe. No analizaré el libro, volvamos a leer solamente el capítulo de El Amor. Es la historia íntima a medias palpitante, a medias velada, de todo este corazón de treinta años, tal como le conocemos. Oyense en derredor de sí mismo mil ecos de pensamientos que no se olvida- rán jamás; una frase entre otras, se me ha quedado gra- bada y que repito frecuentemente: “La vida del alma es más activa que la del cuerpo sobre el trono de los Césares”. Si se me ve detenerme tant> en estos más antiguos escri- tos de Madama de Staél, en el libro de La Influencia de las Pasiones, y pronto en el de La Literatura, es que a mi mismo se me apareció en dichas obras Madama de Staél por la primera vez; es que yo los he leído, sobre todo La Influencia, no a los veinticinco años, como ella piensa, sino más bien en esta edad, donde todo es sencillo, rigu- roso, en política, en amor, y en plenas resoluciones solem- nes; donde, creyéndose el más infortunado de los seres, se sueña ardientemente en el progreso y felicidad del mundo; a esta edad, cada vez más llena de añoranzas, donde el exceso de esperanzas confusas, de turbadoras pasiones se disimula bajo un estoicismo que se cree eter- no y donde se renuncia cómodamente a todo porque se está en vísperas de sentirlo todo. Hoy mismo, estas dos obras de Madama de Staél, La Influencia de las Pasiones y el libro de La Literatura, me parecen las producciones completamente particulares de una época que tuvo su gloria, de la época del Directorio, o, por mejor decir, de la Constitución del año 1II. No hubieran podido ser es- critos de antemano, ni hubieran podido serlo seguidamen-
