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Retratos de Mujeres

RETRATOS DE MUJERES 13

nueva regencia, sobre todo cuando la beatería del final del reino podría haberlos hecho fermentar. Pero en el mundo las conveniencias sociales son observadas; la opinión co- mienza a zaherir todo aquello que es innoble y crapuloso. Además, al mismo tiempo que la brutalidad y el desorden han perdido todo aquello que tenían de escandaloso, la decencia y el buen ingenio han ganado en sencillez. El ca- lificativo de preciosa ha pasado de ser moda, aun cuando se recuerda con sonrisas que lo estuvo, ya no existe. Ya no se diserta como antes hasta la saciedad acerca del sone- to de Job o de Urania, sobre la carta de Tendre o sobre el carácter del Romano; pero se charla, se habla de las noti- cias de la Corte, de los recuerdos del sitio de París o de la guerra de la Guyana; el señor cardenal de Retz cuen- ta sus viajes, La Rochefoucauld moraliza, Madama de La Fayette explaya sus reflexiones sinceras, y Madama de Sévigné les interrumpe para citar una palabra de su hija, una sutileza de su hijo, una distracción del bueno de Hacqueville o de Monsieur de Brancas. Apenas si po- demos, en 1829, con nuestras costumbres de ocupacio- nes positivas, representarnos fielmente esta vida de agra- do y de charla. El mundo va tan deprisa en nuestros días, y tantas cosas están a un mismo tiempo en esce- na, que no nos sobran los minutos para mirarlas y apo- derarnos de ellas. Los días, para nosotros, pasan en el estudio, las veladas y las discusiones serias, en las conversaciones amistosas, y las charlas casi no existen o definitivamente no existen. La nobleza de nuestros días, que ha conservado más las costumbres de los dos úl- timos siglos, parece que no lo ha podido conseguir sino a cambio de permanecer extraña a las costumbres y a las ideas de ahora*. La época de que hablamos, lejos de ser

A Después de escritas estas páginas he tenido la ocasión de observar,

con agrado, que se exageraba mucho acerca de la ruina del ingenio en

la conversación en Francia; sin duda no es lo que caracteriza a la so-

ciedad, pero hay preciosos restos, rincones de tiempos pasados. Así se

tiene el placer de gozar como de una vuelta de aquéllos o como de un

isterio,