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Acta de Benedicto XV

por otro, no existe la resignación del pasado para soportar las dificultades que generalmente acompañan a la pobreza y la miseria; y como entre los proletarios y los ricos existe ya la lucha feroz a que nos hemos referido, el lujo desmesurado de muchos, combinado con el desenfrenado libertinaje, se añade a la aversión de los pobres. En este sentido, no podemos deplorar la ceguera de tantas mujeres de todas las edades y condiciones, que, enamoradas de la ambición del placer, no ven hasta qué punto la necedad del vestido que utilizan, no solo desagradan sino que, lo que es más grave, ofenden a Dios. Y con ese tipo de vestimenta, que ellas mismas en el pasado habrían rechazado con horror, como demasiado vergonzoso para la modestia cristiana, no solo se presentan en público, sino que tampoco se avergüenzan de entrar tan indecentemente en las iglesias para asistir a las funciones sagradas e incluso llevar a la misma mesa eucarística, en la que se recibe al divino Autor de la pureza, el lenocinio de las malas pasiones. Tampoco mencionemos esas atroces danzas, unas peor que las otras, que recientemente se han puesto de moda en el mundo de la elegancia; no se encontraron medios más adecuados para eliminar cualquier resto de modestia.

Si los terciarios prestan atención diligentemente a lo que hemos dicho, entenderán fácilmente lo que, como seguidores de Francisco, requiere este tiempo. Es decir, deben mirarse en la vida de su Padre; consideren cuánto y en qué medida fue imitador de Jesucristo, especialmente con la renuncia a las comodidades de la vida y la paciencia en el dolor, hasta el punto de merecer el título de pobre y recibir los estigmas del Crucificado en su cuerpo; y para no mostrarse hijos degenerados, al menos abracen la pobreza en espíritu y carguen cada cruz con abnegación. En lo que concierne en particular a los terciarios, tanto en vestirse como en todo su comportamiento externo, son un ejemplo de modestia sagrada para las mujeres y madres jóvenes; y no piensen que puedan ser más útiles a la Iglesia y a la sociedad que cooperando en la enmienda de costumbres corruptas. —Porque si los miembros de esta Orden, que han dado a luz muchas obras de caridad para ayudar a los indigentes, ciertamente no se permitirán omitir sus deberes de caridad para ayudar amorosamente a sus hermanos y hermanas en necesidades mucho más graves que los materiales.