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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

Consideramos que el espíritu de esta Tercera Orden, todo impregnado por la sabiduría evangélica, contribuirá en gran medida a la mejora de las costumbres públicas y privadas, siempre que vuelva a florecer, como cuando Francisco, con la palabra y el ejemplo, predicó en todas partes el reino de Dios.

De hecho, en primer lugar, él quería que la caridad fraterna, causa de la armonía y de la paz, brillara en sus terciarios. Entendiendo que este es el precepto propio de Jesucristo, que contiene toda la ley cristiana, se esforzó en conformar en ella las almas de sus seguidores Con esto mismo se aseguró de que esta Tercera Orden fuese útil para toda la sociedad humana. Francisco estaba tan inflamado de ardor seráfico hacia Dios y hacia los hombres, que no pudo contenerlo en su corazón, sino que sintió la necesidad de llevarlo fuera, en favor de tantos como pudiera. Por esto, habiendo comenzado a reformar la vida privada y doméstica de sus hermanos, dirigiéndolos a la adquisición de la virtud, como si no tuviera otra cosa como objetivo, pensó que no debería detenerse aquí, sino utilizar esta reforma individual como una herramienta para llevar a la sociedad un soplo de vida cristiana, y así ganar a todos para Jesucristo. En consecuencia, el pensamiento que animó a Francisco a hacer de los terciarios heraldos y apóstoles de la paz en medio de aquellas grandes disputas y agitaciones civiles de su tiempo; este mismo fue también Nuestro pensamiento cuando casi todo el mundo ardió con la horrible guerra; y todavía es así, mientras que el gran fuego, que todavía humea aquí y allá, no se extingue y en algunos lugares sus rescoldos todavía llamean. A esto se añade el mal interno que agita a las naciones -que genera el mismo prolongado olvido y desprecio de los principios cristianos-, nos referimos a la lucha de clases por la posesión de bienes terrenales, tan violenta que se puede temer una catástrofe universal.