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Comprendía el encanto misterioso de la noche de primavera, y sus miradas se dirigían, llenas de felicidad, a las estrellas. Pero se acordó de Kolesnikov, y se eclipsó su alegría; sus pasos se hicieron más lentos y más pesados.

—Habrá que tomar informes sobre él se dijo.

Luego añadió mentalmente:

—No; ni a él ni a nadie en el mundo diré nada de Eugenia Egmont...

Helena Petrovna quedó sorprendida al ver a Sacha que volvía solo, y sus ojos de icono se fijaron en él con inquietud.

—¿Dónde está Lina? ¿Habéis regañado otra vez quizá?

—No, no, mamá—dijo Sacha sonriendo, y besó a su madre en la cabeza. La acompañarán; no tengas miedo. ¿Por qué no admites la idea de que he deseado estar un poco a solas contigo? ¡Somos dos enamorados!

El rostro sombrío de Helena Petrovna se iluminó.

—Es de veras?

—Claro que sí. Dame el te, mamita mía.

Ella se volvió desde la puerta, y preguntó:

—Aquel hombre... Kolesnikov, si no me engaño... ¡No te ha dicho nada malo?

—No, nada mas que cosas buenas. Es un original.

Lina no volvía, y después de tomar el te, Sacha rogó a su madre que tocara Trendi—brendi. Roja de emoción, desconfiando aún de los sentimientos