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gráfico. Todo yo estoy ante usted. Nadie me ha ultrajado, ni a mí ni a mi mujer, puesto que no la tengo, ni a mi novia... No tengo nada personal...

Tengo sangre en estas manos... Ahora bien: ¿pudiera yo haberla vertido si hubiera tenido algo personal? ¡Naturalmente que no! Me matarían los remordimientos de conciencia y otras simplezas...

Se acercó a Sacha, e inclinándose hacia él, le amenazó colérico con el dedo.

—Escúchame bien, joven: si tienes algo personal, vive al amparo de las leyes; espera tiempos mejores, si estás descontento. El asesinato es una cosa horrible, lo sé por experiencia. Sólo aquellos que no tienen nada personal tienen derecho al asesinato. Sólo ellos pueden soportarle. ¡Si no eres puro como un ángel, si tienes algo que te ate, vete, re— nuncia, te lo suplico!

En sus ojos había fulgores de fanatismo. De pronto gritó con violencia:

—Estoy dispuesto a suplicártelo de rodillas. ¡Renuncia!

—¡No!—dijo Sacha, pálido y severo, levantándose y apartando a Kolesnikov con la mano. ¡Hace usted mal en gritar! No me ha comprendido usted.

No tenía, ni tengo, nada que me ate; ¡me entiende usted?

Kolesnikov le miró fijamente.

—Entonces, perdóneme, Pogodin. Vivimos en una época tal, que a veces se vuelve uno loco.

Diez minutos después, cuando volvían a la casa, Kolesnikov bromeaba a propósito de sus góndolas.