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lumbradora. Los rayos del Sol jugueteaban en el cristal del tintero sobre la mesa y rápidos resplandores saltaban sobre las paredes y en el techo. Parecía extraño que a pesar de aquella fuerte claridad, tanto en la habitación como detrás de la ventana, todo estuviera silencioso y las ramas de los árboles inmóviles.

Kolesnikov examinó la habitación con la mirada, y dijo con voz grave:

—¡He aquí la primavera!

Sacha, tranquilo, no respondió nada. Empujó el tintero de cristal hacia la sombra y los rayos del Sol se apagaron en él.

—Su madre de usted tenía miedo de mí; pero su hermana, no continuó diciendo Kolesnikov. Y añadió, lanzando un suspiro—: ¡Sí; llega la primavera!

—Nos hemos conocido antes de ahora?—preguntó Sacha—. Yo no recuerdo...

—Pues, naturalmente... Una vez, en casa de amigos comunes. Verdad es que había demasiada gente y es fácil que usted no se fijara en mí. Pero yo me fijé bien en usted... Es fastidioso que su madre me tenga miedo; pero ¿qué se le va a hacer? Por otra parte, no es éste el momento de preocuparse de tales cosas...

Sacha enrojeció ligeramente.

—¿Dónde nos hemos encontrado? No me acuerdo.

—Fué allí...

1 Kolesnikov cogió un vaso de te y lo puso al alcance de su mano.