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espectro de la muerte. Y se dirige a él con andar rápido y cauteloso.

Desde lo alto de la colina vió los rojos resplandores que iluminaban el cielo y subían, durante las noches obscuras, por encima de las ciudades y de las aldeas en incendios innumerables. Se detuvo y miró atento, con mirada severa. Y con la sencilla expresión que había aprendido de los campesinos, se arrodilló y saludó profundamente aquellos rojos fulgores.

XIX

La muerte de Yegulev Mañana el cielo estará cubierto de gruesas nubes sombrías y la tierra se envolverá en tinieblas. Mañana soplará un viento cruel, que viene del Norte, arrancando las hojas de los árboles y dispersándolas por todos lados; tornaráse la tierra dura como piedra, perderá sus vivos colores y morirá de frío. Inclinados y vueltos hacia el Sur, presentarán la espalda al viento el hombre, las copas de los árboles, las hojas muertas en los campos, los tallos frágiles de las hierbas secas. El viento agitará las crines de los caballos, las ropas de los hombres, el humo que sale de las negras chimeneas. Los troncos de los árboles lanzarán gemidos dolorosos. Las hojas secas, empujadas por el viento, lucharán contra la muerte aferrándose a su inútil vida hasta la nueva primavera. En lo alto, en el aire obscuro, comenza-