Página:Sachka Yegulev.djvu/325

Esta página no ha sido corregida
321
 

de una calle silenciosa no empedrada, apenas iluminada por la débil claridad de algunos faroles colocados a gran distancia unos de otros. Lejos percibió una luz muy conocida: era la tienda de Samsonichev, en el ángulo de la calle que conducía a la casa de los Pogodin.

Al andar los primeros pasos que le llevaban directamente a su objeto, Sacha recobró la certidumbre tranquila de que su madre estaba viva y de que iba a verla muy pronto. Empezó a caminar lentamente: quería prolongar la espera dichosa; beber el licor exquisito sin prisa, gota a gota.

Aquella alegría de andar por lugares conocidos, en donde cada esquina, cada hondonada, cada valla, evocaba sus recuerdos, era como la lectura de un libro muy viejo que conservara cuidadosamente en sus páginas puntual noticia del pasado. Sacha creía ver hasta las huellas mismas de sus pies, impresas allí hacía mucho tiempo, cuando era niño aún; cubríalas ahora con otras pisadas y ponía los pies en el suelo con delicada atención.

He aquí la tienda de Samsonichev; por las dos calles penetraba la luz en la obscuridad otoñal, esperando, con tranquilidad somnolienta, la llegada de un cliente. Si Sacha hubiera entrado, hubiese notado el olor característico que desprendía Samsonichev, olor de aceite de oliva, jabón, petróleo y cuerpo humano.

«Es posible—pensó Sacha— que encontrara a nuestra criada, que hubiera venido a comprar algo.

Quizá me reconocería...» SACHKA YEGULEV.

21