La despedida Yegulev, vestido de campesino, se ocultó por la mañana entre la multitud que llenaba el mercado.
XVIII
En el mercado había, como siempre, mucho movimiento; las gentes compraban, vendían, bebían vodka, gritaban, juraban. Las tabernas estaban atestadas. Sacha se perdió en aquel barullo, en aquel mar humano, cuyas olas se parecían una a otra como un haz de paja a otro haz de paja, que iban y venían empujadas entre los hombres, los caballos, las ruedas de los carros. Nadie le conocía, nadie hacía caso de él. Se paraba junto a los carros llenos de mercancías en actitud de comprador; se internaba entre la multitud tratando de perderse en ella. La mayor parte del tiempo la pasó en las tabernas; allí todo el mundo estaba borracho, y Sacha tenía la seguridad de que nadie podía conocerle.
Sólo temía un encuentro con los campesinos de la aldea Kamenka, que le conocían demasiado.
Tropezó con uno, en efecto; pero éste, después de mirar a Sacha, volvió la cabeza con indiferencia; el traje de campesino y la perilla bastante crecida desfiguraban a Sacha. Aquel joven de alta estatura vestido de mujik no inspiraba ninguna sospecha, y si alguien en la taberna le preguntaba por qué