Página:Sachka Yegulev.djvu/320

Esta página no ha sido corregida
316
 

mientos penosos, muy vagos e incomprensibles. No era ni piedad, ni el presentimiento de su propia muerte, ni el dolor que había experimentado cuando murió Kolesnikov. Al ver el portamonedas del marinero comprendió lo que hasta aquel momento no había comprendido: él, Yegulev, había desconocido en absoluto a aquel hombre muerto; le parecía verle por primera vez con sus ojos ampliamente abiertos y su boca manchada de sangre. Sonrió amargamente al pensar en su ceguera. ¡No conocer a aquel hombre que había vivido tan cerca de él!

A su lado, durante largos meses, había tenido a un hombre de exquisita finura, delicado, tímido, noble, servicial, que le decía cosas buenas, olvidadas ahora, que le tapaba las piernas para librarle del frío, que le sostenía en sus brazos cuando estaba cansado... ¡Y ese hombre no existía ya! Se había suicidado sin consultar a nadie, se había ido de la vida sin decir palabra.

Sacha trataba en vano de representarse el rostro del marinero en vida. Recordó avergonzado que ni siquiera conocía su apellido, que jamás se había interesado por él seriamente, que nunca le preguntó nada de su pasado. Había creído que lo sabía todo, y ahora veía que no sabía nada o muy poco.

Cuando estuvo enterrado el marinero, Sacha logró por fin evocar en la memoria su imagen concreta; recordó de pronto el rostro y la mirada de Andrés Ivanovich tocando la balalaika. Veíale como cuando estaba vivo, con su sonrisa delicada que le daba cierta semejanza a una novia tímida.