Página:Sachka Yegulev.djvu/274

Esta página no ha sido corregida
270
 

gentes que no les inspiraban confianza. El campo era ancho, casi sin límites y estaba mejor iluminado que la aldea. Las gruesas nubes que llenaban el cielo permanecían casi inmóviles, avanzando apenas con sus alas invisibles. Kolesnikov miró hacia arriba y dijo malhumorado:

—Quizá ni siquiera tengamos tormenta.

—Sí que la tendremos—respondió Sacha con voz segura. ¡Qué desierto! ¡Ni un solo ser viviente en todo alrededor!

—¡Alto!—gritó Kolesnikov. Voy a perder la suela de una bota.

Saltaba sobre un pie, intentando arrancar la suela colgante. Se sentó en tierra, pidió al marinero su navaja, y, dirigiendo terribles improperios a las botas de que tan orgulloso estaba antes, cortó la suela rebelde. Se levantó muy contento, como un cirujano después de una operación difícil que le ha salido bien.

—Tendrás que comprar unas botas nuevas—le dijo Sacha. Si nos persiguen no podrás correr bien con esas.

—¡Ca, hombre, están muy buenas todavía!... ¡En marcha!

La obscuridad aumentaba por momentos; parecía que una mano invisible iba apagando la luz.

Pronto no se vió nada a dos pasos de distancia, y en aquellas tinieblas impenetrables estalló la tempestad retrasada. La lluvia empezó a caer a torrentes. Los tres hombres quedaron inmediatamente empapados de agua; el suelo se llenó de