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y se llevó la mano al pecho, al sitio donde estaba su relojito. Telepnev se asustó.

—¡Helena Petrovna!

—Espere... un instante...

Se dominó, quedando un poco más tranquila.

—Naturalmente, yo preferiría que no viniera para no verme en la triste obligación de cumplir mi deber. Hasta sería bueno prevenirle; pero... creo que usted no tendrá ninguna clase de relaciones con ese criminal, con ese... canalla... Si no...

Esperaba su respuesta; pero ella permaneció inmóvil, fría y severa.

—Váyase usted, Helena Petrovna. Abandone la ciudad.

—No; no haré eso.

—No? Bueno, eso es cosa de usted. Yo no me atrevo a insistir; pere... reflexione, señora. Arriesga usted..manera —Me mudaré a otra casa. El no lo sabrá; de ¡Pobrecito Sacha! ¡Vendrás a ver a tu madre, y tu madre se habrá escapado..., sí, se habrá escapado tu madre!

Olvidando el carácter del lugar en que se encontraba, prorrumpió en lágrimas ardientes, y acercando su rostro al del gobernador, mirándole como si fuera su hijo Sacha, repetía, moviendo la cabeza con reproche:

—¡Y tu madre se habrá escapado! ¡Y tu madre habrá huído, por no verte!...

Telepnev se ocultó la cara con las manos, no dejando al descubierto más que su mentón afeitado y SACHKA YEGULEV.

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