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¡Sí; Eremey lo había dicho! ¿Quién era, pues, ese hombre que aún creía en él, en Sacha, en el que había recibido el estigma de ladrón? ¿Quién era ese hombre? ¿Era un santo, o quizá Dios mismo?

Lanzando un grito, Sacha se arrojó de rodillas ante Eremey y ocultó su cabeza en el capote sucio y remendado del mujik. Eremey le puso la mano en los cabellos y le dijo con voz cariñosa:

—¡Sacha, Sachenka, hijo mío!... ¡Cabecita rizada!... Estás solo, ¿verdad? ¿Y tienes miedo, pobrecito niño?...

Vaska Soloviev tomó el nombre de Yegulev y formó otra banda, con la que se dedicó a saquear y a matar, dando pruebas de una crueldad sin límites. Al mismo tiempo se organizó una tercera banda, cuyo jefe tomó igualmente el nombre de Sachka Yegulev. Esta última se mantenía siempre a la retaguardia de las dos primeras, y complicaba de tal modo las cosas, que las tres se confundían en una sola, mandada asimismo por Sachka Yegulev.

Helena Petrovna Helena Petrovna había sido llamada por el gobernador a una hora en que éste no recibía a nadie.

Mucho antes de la hora convenida, Helena Petrovna alquiló un coche para ir y volver. Lina ayuXI