vió a protestar contra el asesinato de Policarpo.
Pensó que lo mejor sería reportarse y no llevar las cosas al extremo.
—Sí—dijo—, ya sé que me puedes asesinar. Eres especialista en la materia. No hay muchos como tú...
—Pues bien: acabemos de una vez. De nada serviría continuar en ese tono... ¿Quieres un cigarrillo?
—Gracias, tengo.
Callaron ambos.
—¿Cuándo comprendiste por primera vez que yo engañaba a los Hermanos del bosques?
—¡Anda! Lo comprendí desde el primer momento—respondió con desconfianza Soloviev—. Eso se ve en seguida.
Sacha se echó a reír. «Mañana mandaré que lo ahorquen», pensó. Y experimentó el deseo de representar una comedia.
—Y, sin embargodijo, los mujiks no comprenden mi picardía...
—Los hay que no la comprenden aún; pero hay otros más inteligentes...
«Quizá sería lo mejor matarle ahora mismo», pensó Sacha.
—¿Quiénes, por ejemplo?... No, Vaska, es mentira eso que me dices... ¡Qué codicioso eres!
—Y tú no? Me voy a ir a Rumania y tengo necesidad de dinero... No me quedaré aquí mas que hasta el invierno...
Me la está jugando pensaba. No me dará ni
