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Pero Sacha estaba serio, y ni siquiera sonrió.

—Esto no es para tomarlo a risa—dijo. Y si no estuviera seguro de que eres el hombre más honrado y más tierno...

Kolesnikov le cortó secamente la palabra.

—¡Basta! ¡En marcha!

Durante cinco minutos anduvieron sin cambiar una sola palabra.

—Escucha, Basilio... Para que no haya entre nosotros malas inteligencias... Mi padre, a pesar de todo, era un hombre honrado... a su modo, naturalmente, pero era honrado. Estoy seguro de ello...

—Te crao... Mira, voy a comprarme unas botas como las tuyas; con las mías es imposible andar por sitios pantanosos. Costarán un poco caraspero... ¿qué le vamos a hacer?

—Hoy es domingo? Entonces el jueves tendré el dinero. Aquellos mil rublos los depositó mi padre en un Banco para mí, y tengo derecho a disponer de ellos. Pero no sé cómo hacer el trato. No entiendo de eso. ¿Y tú?

—Yo tampoco.

—Pero no tiene importancia; puedo ofrecerle al que preste el dinero un gran interés, tanto más cuanto que luego no tendré ya necesidad de dinero.

Fuera de la incomprensión infantil de la importancia de la muerte o el firme valor que caracterizó a Sacha en sus últimos días, ello es que pensaba y hablaba de la muerte como de un elemento inSACHKA YEGULEY.

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