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Calla. En cuanto a mí, te engañas, no soy tan puro como tú quieres. Verdad es que no he hecho nada impuro; pero a veces me parece que el pecado se arrastra detrás de mí, me coge por las piernas, se pega a mi corazón. No he hecho nada malo, pero tengo remordimientos de conciencia.

—El pecado no está tampoco en ti; fué cometido por tus antecesores. Te persigue el pasado.

—Entonces, no puedo ser puro? ¿Y nadie en el mundo, ni siquiera un niño recién nacido, puede ser puro?

—¡Qué tontería! Tú eres puro. No en vano te he elegido entre todo un rebaño. No hay ni una sola mancha en ti. Hasta el tener un pequeño icono encima de tu cama es también bueno. Yo no creo en Dios, pero quiero que creas tú. En cuanto al pecado de tus padres, no tienes más que expiarle. ¡Expíale, Sacha!

Sin darse cuenta, se había detenido en medio del camino.

—¡Expíale, Sacha—gritó con violencia Kolesnikov.

Abarcó la obscuridad con un movimiento de su mano.

—¡Mira, he aquí la tierra! Está llorando en las tinieblas. Renuncia a los que son soberbios; resígnate, como me he resignado yo; nútrete del pan amargo de esta pobre tierra, comparte sus pecados, lávate con sus lágrimas. Renuncia a la cultura, a la inteligencia. Con la inteligencia hay que esperar, calcular, razonar; pero nosotros no podemos espe-