cuentra, que á pesar de lo absurdo, es de todos los dramas de Víctor Hugo el único que ha sobrevivido en su teatro, el único que ha podido afrontar la prueba de la representación póstuma, y que resiste á la prueba de la lectura. La repetición de Hernani, ha sido apenas tolerada en vida del autor, y la de Marión Delorme ha hecho bostezar á los espectadores. Ruy Blas ha sido escuchado con agrado, y se lee todavía con placer por la poesía lírica de que está impregnado.
Considerado ahora en sus detalles, con todos los defectos señalados, no carece de calidades como concepción dramática y como espectáculo escénico. El carácter de don Salustio, hueco y artificioso como es, y á pesar de la falsa posición de Ruy Blas, ó por esto mismo, da lugar á una escena verdaderamente dramática, que es nueva, y produce impresión por sus contrastes. La escena de la reina de España esclavizada por la etiqueta, es de un cómico serio de buen género, espontánea y bien concebida. La última aparición de don Salustio, aunque melodramática, es de efecto. La catástrofe tiene sus terrores trágicos, y es bien motivada, prescindiendo de lo forzado de la situación. La escena final, es patética, tanto como puede serlo, dado él carácter equívoco del protagonista, que no inspira simpatía, pero que ejecuta su mejor acción, matando á don Salustio por salvar á su reina, y matándose á sí mismo, para librarla de un amor degradante para ambos. Su última palabra, la palabra de Ruy Blas al morir, es: “!No podía vivir!”