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triviales manejos en la intriga dramática; y que, co­mo aparición de carácter diabólico, solo una vez pro­duce un efecto artificialmente buscado en el curso de los cinco actos. La reina, es una sentimental in­consciente, que se parece mucho á una muñeca de resortes, con acentos tiernos de instrumento musi­cal. Don Guritán, es un tipo muy común en la co­media española, que por esta circunstancia produce cierta ilusión; pero es simplemente un grotesco deco­rativo de mero capricho. Don César, aunque no tenga ninguna significación, es el único que está en su papel, pero es un personaje episódico, que sólo sirve para embrollar un poco la comedia, con gracejos de dudosa ley: —es la segunda edición de Hernani, ban­dido semi-heroico de la montaña, que se transforma en bandido cómico y cínico de las calles de Madrid.

Tal es el drama de Ruy Blas, filosófica, moral y dramáticamente juzgado, en sus elementos compo­nentes, en su esencia y en su conjunto como hecho, idea ó sentimiento en acción.

Después de esta crítica, se preguntará ¿cuál ha sido la razón de la traducción? Ella fué hecha, cuando el traductor tenía veinte años, y entonces, Víctor Hugo estaba en todo el apogeo de su gloria, y su atracción era irresistible en ambos mundos. El drama, publicado en París en 1838, fué traducido y representado en Montevideo en 1841. Desde enton­ces, ha permanecido en cartera.

Hoy, después de medio siglo, al releer la obra ori­ginal sin los prestigios de entonces, el traductor en-