con el orgullo, ya con la espada; y es, medio feudal, medio rebelde. En 1519, el noble vive en la montaña, lejos de la corte, bandolero como Hernani ó patriarca como Ruy Gómez. Doscientos años más tarde, la cosa cambia. Los vasallos se han hecho cortesanos, y si el señor oculta alguna vez su nombre, no es para huir del rey sino para librarse de sus acreedores. No se hace bandido, sino gitano. Se ve que la monarquía absoluta ha pesado por muchos años sobre estas nobles cabezas, abatiendo unas y rompiendo otras.
Permítasenos la última palabra. Entre Hernani y Ruy Blas dos siglos están encerrados; dos grandes siglos, durante los cuales fué dado á los descendientes de Carlos Quinto dominar el mundo; dos siglos que la Providencia, cosa notable, no ha querido prolongar ni una sola hora; Carlos Quinto nació en 1500 y Carlos Segundo murió en 1700. En 1700, Luís XIV, heredaba de Carlos Quinto, como en 1800 Napoleón heredaba de Luis XIV. Las grandes apariciones dinásticas que iluminan la historia, son para el autor un espectáculo bello y melancólico, sobre las cuales sus ojos se fijan con frecuencia. Ha ensayado algunas veces transportar algo de esto á sus obras. Él ha querido llenar Hernani con el brillo de una aurora y cubrir Ruy Blas con las tinieblas de un crepúsculo. En Hernani, el sol de la casa de Austria se levanta; en Ruy Blas, se pone.
París, Noviembre 25 de 1838.