bañada en lágrimas tiernas
tomó la pluma en la mano,
y después de haberle escrito
mil quejas á su velado,
bastantes á domeñar
unas entrañas de mármol,
de nuevo tomó la pluma
y de nuevo tornó al llanto,
y d’esta guisa le escribe
al noble rey don Fernando:
«Á vos, mi señor el Rey,
»el bueno, el aventurado,
»el magno, el conqueridor,
»el agradecido, el sabio,
»la vuesa sierva Jimena,
»fija del conde Lozano,
ȇ quien vos marido disteis,
»bien así como burlando,
»desde Burgos os saluda,
»donde vive lacerando.
»Las vuesas andanzas buenas
»llévevoslas Dios al cabo.
»Perdonadme, mi señor,
»si no os fablo muy en salvo;
»que si mal talante os tengo
»non puedo disimulallo.
»¿Qué ley de Dios vos enseña
»que podáis por tiempo tanto,
»cuando afincáis en las lides,
»descasar á los casados?
»¿Qué buena razón consiente
»que á un garzón bien domeñado,
»falagüeño y homildoso
»le mostréis á ser león bravo?
»¿Y que de noche y de día
»le traigáis atraillado
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ROMANCERO DEL CID