el Rey con gran cortesía
al Papa besó la mano,
y el Cid y sus caballeros,
cada cual de grado en grado.
En la iglesia de San Pedro
don Rodrigo había entrado,
do vido las siete sillas
de siete reyes cristianos,
y vió la del Rey de Francia
junto á la del Padre santo,
y á la del Rey su señor
un estado más abajo.
Fuése á la del Rey de Francia,
con el pié la ha derribado;
la silla era de marfil,
hecho la ha cuatro pedazos,
y tomó la de su Rey
y subióla en lo más alto.
Habló allí un honrado duque,
que dicen el Saboyano:
—Maldito seas, Rodrigo,
del Papa descomulgado,
porque deshonraste un Rey,
el mejor y más preciado.
Oyendo el Cid sus razones
d’esta manera ha fablado:
—Dejemos los reyes, Duque;
y si os sentís agraviado
hayámoslo entre los dos;
de mí á vos sea demandado.—
Allegóse cabe el Duque,
un gran rempujón le ha dado;
el Duque sin responder
se quedó muy mesurado.
El Papa cuando lo supo
al Cid ha descomulgado;
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ROMANCERO DEL CID