pero, dime tú, ¿quién eres,
que tanto resplandecías?
—San Lázaro soy, Rodrigo,
que yo á fablarte venía.
Yo soy el Gafo á que tú
por Dios tanto bien facías.
Rodrigo, Dios bien te quiere,
y otorgado te tenía
que lo que tú comenzares
en lides ó en otra vía,
lo cumplirás á tu honra
y crecerás cada día.
De todos serás temido,
de cristianos y morisma,
y que los tus enemigos
empecer no te podrían.
Morirás tú muerte honrada,
tu persona no vencida;
tú serás el vencedor,
Dios su bendición te envía.—
En diciendo estas palabras,
luégo desaparecía.
Levantóse don Rodrigo,
y de hinojos se ponía:
dió gracias á Dios del cielo,
también á Santa María,
y ansí estuvo en oración
hasta que fuera de día.
Partióse para Santiago,
su romería cumplía;
de allí se fué á Calahorra,
adonde el buen Rey yacía.
Recibiéralo muy bien,
holgóse de su venida;
lidió con Martín González,
en el campo le vencía.
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ROMANCERO DEL CID