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ROMANCERO DEL CID

y allá en medio del camino
un gafo le aparecía
metido en un tremedal,
que salir dél no podía.
Grandes voces está dando;
por amor de Dios pedía
que le sacasen de allí,
pues d’ello se serviría.
Cuando lo oyera Rodrigo
del caballo descendía;
ayudólo á levantar
y consigo lo subía,
lleváralo á su posada,
consigo cenado había;
ficiéranles una cama,
en la cual ambos dormían.
Hacia allá la media noche,
ya que Rodrigo dormía,
un soplo por las espaldas
el Gafo dado le había
tan recio, que por los pechos
á don Rodrigo salía.
Despertó muy espantado;
al Gafo buscado había;
no le hallaba en la cama;
á voces lumbre pedía.
Traídole habían lumbre
y el Gafo no parecía.
Tornádose había á la cama,
gran cuidado en sí tenía
de lo que le aconteciera;
mas un hombre á él venía
vestido de blancos paños;
desta manera decía:
—¿Duermes ó velas, Rodrigo?
—No duermo, le respondía;