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ROMANCERO DEL CID

En las ventanas alfombras,
en el suelo juncia y ramos,
y de trecho á trecho había
mil trovas al desposado.
Salió Pelayo hecho toro
con un paño colorado,
y otros que le van siguiendo,
y una danza de lacayos.
También Antolín salió
á la jineta en un asno,
y Peláez con vejigas
fuyendo de los mochachos.
Diez y seis maravedís
mandó el Rey dar á un lacayo,
porque espantaba á las fembras
con un vestido de diablo.
Más atrás viene Jimena,
trabándola el Rey la mano,
con la Reina, su madrina,
y con la gente de manto.
Por las rejas y ventanas
arrojaban trigo tanto,
que el Rey llevaba en la gorra,
como era ancha un gran puñado;
y á la humildosa Jimena
se le metían mil granos
por la marquesota al cuello,
y el rey se los va sacando.
Envidioso dijo Suero,
que lo oyera el Rey, en alto:
—Aunque es de estimar ser Rey,
estimara más ser mano.—
Mandóle por el requiebro
el Rey un rico penacho,
y á Jimena le rogó
que en casa le dé un abrazo.