—Con mancilla vivo, Rey,
con ella vive mi madre;
cada día que amanece
veo quien mató á mi padre
caballero en un caballo
y en su mano un gavilane;
otras veces un halcón
que trae para cazare,
y por me hacer más enojo
cébalo en mi palomare;
con sangre de mis palomas
ensangrentó mi briale.
Enviéselo á decir;
envióme á amenazare.
Rey que no hace justicia
no debía de reinare,
ni cabalgar en caballo,
ni espuela de oro calzare,
ni comer pan en manteles,
ni con la Reina holgare,
ni oir misa en sagrado
porque no merece mase.—
El Rey de que aquesto oyera
comenzara de hablare:
—¡Oh válame Dios del cielo!
quiérame Dios consejare:
si yo prendo ó mato al Cid,
mis Cortes se volverane;
y si no hago justicia
mi alma lo pagarae.
—Tén tú las tus Cortes, Rey,
no te las revuelva nadie,
y al que á mi padre mató
dámelo tú por iguale,
que quien tanto mal me hizo
sé que algún bien me haráe.—
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ROMANCERO DEL CID