Página:Romancero selecto del Cid (1884).pdf/37

Esta página ha sido corregida


L

lorando Diego Laínez

yace sentado á la mesa,
vertiendo lágrimas tristes
y tratando de su afrenta;
y trasportándose el viejo,
la mente siempre inquiëta
de temores muy honrados,
va levantando quimeras,
cuando Rodrigo venía