Tendió la mano el judío
para hacer lo que ha pensado,
y antes que á la barba llegue,
el buen Cid había empuñado
á la su espada Tizona,
y un palmo la había sacado.
El judío que esto vido
muy gran pavor ha cobrado:
tendido cayó de espaldas,
amortecido de espanto.
Halláronlo allí caído
los que en la iglesia han entrado;
agua le echan por el rostro,
para facerlo acordado,
y vuelto que fuera en sí
todos le han preguntado
qué cosa fuera la causa
de verlo tan mal parado.
Él luégo les declaró
la causa de lo pasado.
Todos dan gracias á Dios
por el milagro contado,
en se acordar que su siervo
no quiso fuese ensuciado
por mano de aquel judío
que tan mal lo había pensado.
Cristiano se volvió luégo,
Diego Gil era llamado:
fincó en servicio de Dios
en San Pedro el ya nombrado,
y en él acabó sus días
como cualquier buen cristiano.