Por mando del rey Alfonso
en su escaño está asentado,
su noble y fuerte persona
de vestidos arreado;
descubierto tiene el rostro,
de gran gravedad dotado,
su blanca barba crecida
como de hombre estimado;
la buena espada Tizona
puesta la tiene á su lado:
no parece que está muerto,
sino vivo y muy honrado.
Siete años estuvo así,
como está ya razonado;
por su alma, que es en gloria,
hacen fiesta cada año.
A ver su cuerpo tan bueno
mucha gente se ha llegado,
fuera de donde está el Cid
la fiesta se hizo un año;
su cuerpo quedaba solo,
ninguno le ha acompañado.
Estando d’esta manera
un judío había llegado;
cuidando estaba entre sí
d’esta suerte razonando:
—Este es el cuerpo del Cid
por todos tan alabado,
y dicen que en la su vida
nadie á su barba ha llegado.
Quiero yo asirle d’ella
y tomarla en la mi mano;
que pues aquí yace muerto,
por él no será excusado;
yo quiero ver qué fará,
si me pondrá algún espanto.—
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ROMANCERO DEL CID