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ROMANCERO DEL CID

los que no saben su muerte,
por vivo lo habían juzgado.
Cada vez que hacen jornada
quitábanlo del caballo,
quedaba yerto y derecho
en la silla cabalgado.
La buena Jimena Gómez
su mensaje había enviado
á los parientes del Cid
para que vengan á honrallo,
y también á sus dos yernos,
que eran reyes coronados.
En tanto que ellos venían
Alvar Fáñez ha fablado
que pongan el cuerpo muerto
en ataúd y tapado,
y con púrpura le cubran
con clavos de oro clavado.
No quiso doña Jimena,
y así los ha razonado:
—El Cid tiene el rostro hermoso,
los ojos muy aseados,
mientras está d’esta suerte
no hay para que sea mudado;
que mis yernos folgarán
y mis fijas en su cabo,
de verlo cómo ahora está,
que non su cuerpo enterrado.—
Todos hubieron por bien
lo que Jimena ha ordenado;
don Sancho, y también García,
están al Cid aguardando,
y media legua de Olmedo
todos se habían juntado.
Ese buen rey de Aragón
caballeros tiene armados,