y de un cendal claro y verde
vestido un tabardo justo,
al pecho su roja insignia,
honor y asombro del mundo.
Unas calzas de colores,
guarnecidas de dibujo,
en lienzo crudo pintadas
y ellas son de lienzo crudo.
El derecho brazo alzado,
al menos cuánto se pudo,
en la mano su Tizona
el limpio fierro desnudo.
D’esta guisa le aprestaron,
y cuando aprestado estuvo
pavor les dió de miralle,
¡tal se muestra de sañudo!
Trujeron pues á Babieca
y en mirándole se puso
tan triste, como si fuera
más razonable que bruto.
Atáronle á los arzones
fuertemente por los muslos
y los piés á los estribos
porque fuesen más seguros.
Y á la lumbre del lucero,
que por verle se detuvo,
con su capitán sin alma,
salieron al campo juntos,
donde vencieron á Búcar
sólo porque á Dios le plugo,
y acabando la batalla,
el sol acabó su curso.