que de sus nuevas oír
le tengo grande querencia,
y por vida de Mahoma,
y de mi real cabeza,
que le diera mi corona
sólo por verle en mi tierra:
y que aquese dón pequeño
reciba de mi grandeza,
en señal que soy su amigo,
y lo seré hasta que muera.—
El moro tomó el camino,
y en poco llegó á Valencia,
pidiendo licencia al Cid
para hablarle en su presencia.
El Cid salió á recibirlo
antes de saltar en tierra,
y cuando lo viera el moro,
de verle delante tiembla.
Empezó á darle el recaudo,
y como á darlo no acierta
de turbado, el Cid le toma
la mano y así dijera:
—Bien venido seas, el moro,
bien venido á mi Valencia:
si tu Rey fuera cristiano,
fuera yo á verle á su tierra.—
Con estas y otras razones
á la ciudad ambos llegan,
adonde los ciudadanos
ficieron muy grande fiesta.
El Cid le mostró su casa,
á sus fijas, y á Jimena,
de que el moro está espantado
viendo tan grande riqueza.
Estúvose algunos días
el moro holgándose en ella,
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ROMANCERO DEL CID