Esta página ha sido validada
292
ROMANCERO DEL CID
El rey miraba los Condes
qué responden atendiendo,
pero ninguna razón
en su defensa dijeron.
Los jueces mandan las dén
sin ningún detenimiento;
magüer hubieron pavor
entregarlas no quisieron.
El rey dijo:—Descorteses,
volvédselas á su dueño,
que supo mejor ganallas
de los moros de Marruecos.—
Ya cobradas las espadas,
dos mil marcos de dinero
les pide, y todas las joyas,
que les dió en los casamientos.
Unánimes los jüeces,
de común consentimiento
les condenan á que paguen
de contado todo el precio.
Comenzó de nuevo el Cid,
los ojos como de fuego,
y el rostro como una gualda,
á demandalles el tuerto.