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ROMANCERO DEL CID

esforzó sus caballeros
como lo habia acostumbrado.
Subiera á doña Jimena,
y á sus fijas en su cabo,
en una torre más alta
que en el alcázar se ha hallado.
Miraron contra la mar,
los moros están mirando,
viendo cómo armaban tiendas
á gran priesa y gran cuidado.
Al rededor de Valencia
grandes alaridos dando,
tañendo sus atambores
los aires van penetrando.
Doña Jimena y sus fijas
gran pavor habian cobrado,
porque jamás habian visto
tantas gentes en un campo.
Esforzábalas el Cid,
de aquesta suerte fablando:
—No temáis, doña Jimena,
y fijas que tanto amo;
mientras que yo fuere vivo
de nada tengáis cuidado,
que los moros que aquí vedes
vencidos habrán quedado,
y con el su gran haber,
fijas, os habré casado,
que cuantos más son los moros,
más ganancia habrán dejado;
y las bocinas que traen
y ante vos se habían tocado,
servirán para la Iglesia
d’este pueblo valenciano.—
Viendo entonces que los moros
por las huertas se han entrado